martes, 19 de abril de 2011

cinco

5

Con mi familia tampoco es que seamos amigos, vivimos juntos y el trato es cordial, que viene del latín /corda/ y significa 'cercano al corazón'. Es que la casa no es estrecha y los horarios son diversos así que ni nos vemos, cada uno en sus asuntos y felices.

Tengo la idea de que Pablo alguna vez estuvo enojado conmigo, un par de años, cuando yo vivía en otro lado. Pero nunca lo tuve muy claro ni lo conversamos.

Como dice Fuguet, es complicado hablar de la familia. Novelar con el asunto, hacer/contar historias propias que también son de otros, 'de otros' en ese sentido patrimonial que solo la familia puede arrogarse.

Cuesta no sentirse delatando, haciendo público lo íntimo, destruyendo.

Para tranquilizarme pienso que escribir es también una forma de enfrentar el miedo, y pienso que fundamentalmente temo a lo que no conozco. A esta familia que no conozco y que me asusta. No mis tres compañeros de viaje, con quienes al menos concordamos en no jodernos la pita como gesto de camaradería.
Temo a esa otra familia, la de mi padre muerto hace años. Idealizado, muerto y enterrado.


Además, para ser sincero, no es el viaje eterno por el desierto o la patagonia. No es atravesar los iuesei de costa a costa durmiendo en moteles sacados de Hitchcook. No es el viaje en el que dudas del avance enfrentado a un entorno que no cambia. Vamos a ver a la abuela muerta, o muriendo, a la desconocida abuela moribunda, o muerta.

Llegamos a Talca, $753 pesos el litro de 97. El verano que se retira, frío como de polerón.

No hay comentarios: