miércoles, 15 de agosto de 2007

No tan distintos



Cansadito de escribir y no me escriban (yo escribo si lo haces). Me tomo un descanso y reparo en que soy un flojo del demonio. Supongo que en eso no somos tan distintos. Conocí una vez una casa llena de gatos y espejos y queques de paragua. La señora había muerto tal vez a causa de los gatos, perdiendo el olfato primero, lo que le impedia percatarse del orin tan pasoso del felino. Luego perdió la vista y al poco tiempo murió. Por ese entonces habrían pasado un par de meses. Aún olia. La cama estaba rodeada de espejos, me pregunto si la señora esa se masturbaba o traía gente para fiestear. Me pidieron que no durmiera en esa cama, que fue justamente lo que hice, aunque lo de menos fue dormir. Habían muchos discos de Abba, me imaginaba esas fiestas, pensaba en que lo único que no perdió la vieja era el oído, y escuchar eso, bueno, cada loco con su tema. Lo del queque aquel fue verídico y edificante, poco antes de emprender el largo viaje de regreso. Nunca olvidaré esas tortugas y conejos en las nubes.

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