lunes, 11 de mayo de 2009

El patio de las perras I

yo no sabía que en el silencio de esta morada se esconden sombras, cuyas colitas, golpean torpes, lo que circunda por lontananza.

el patio es de las perras, las perras gordas, llenas de escombro y sierras de óxido, prensas de aceite, grasa de rejas, miedo a lo oscuro, a lo oscurito entre los escombros, al disculparse, terneras polvo, miedo de teta, como la mami, quizás que cosa, que le ha pasado, la pobre piedra, un poco podrida, sendas camadas, y ni pensar las que murieron agua, las pobrecitas, las inocentes, las tan sin culpa, el patio de las perras y el recuerdo olimpo de las tres partes y de su huella, que fue avisarme cuando se iba, esa mañana a langüetearme mientras dormía en la otra casa, bajo la lluvia, puñales ríos y esa tormenta, que es josefita, y es tanto miedo eso que suena, y era tan linda, la madrugada, tras la rendija por la que miras, que ni pensaba en el pobre viejo, mi viejo perro, que ya ni ladra tras la costilla desconocida, que no volaba, de tanto nervio, la sola risa en medio del barro, la turbulencia y el aislamiento, el deterioro, mosquita muerta que deambula, lo decadente, lo envejecido, que ya no entra en la calabaza, que es esta isla, que es este patio, son estas perras, y el pobre johni, que quizás dónde, entre los escombros, dejó este cuento, de los primeros, tomó sus bultos, por el mapocho, café con leche, que se nos viene, cada mañana, corriendo al metro, metro cuadrado, lleno de rejas y olor a aceite, entre la escarcha destos escombros, por los que mira, así que triste se va entumiendo, todo moreno por la calzada.

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