lunes, 4 de febrero de 2013

apuntes de Bororo

1) Mi hacer es un momento que implica ensuciar y manchar. En cuanto a la preservación de mis obras existe una inmadurez. No me preocupa. Es más fuerte el deseo de sentir libertad al pintar.

2) Debo entender y reconocer, dentro de la individualidad lo universal. Creo en la imagen capaz de proyectarse en infinitas direcciones, algo que no implica una interpretación hermética ni determinada información previa para asimilarla.
“Lo pintado” es un producto de la manifestación del instinto y la razón, siendo esencial lo primero. No descarto la razón, por considerarla fundamental en el equilibrio necesario para concebir una obra. Sin ser lo preponderante, puesto que me obliga a cuestionarme intelectualmente. Es algo que por mi naturaleza rechazo, sin embargo, ignorar su presencia provoca la saturación del instinto, y con ello la tergiversación de la idea que tengo de la pintura como lenguaje.

4) Llego al color por los valores. Una forma obvia de aprender.

5) Aprendo por la consecuencia del azar.

6) Engrandezco y vitalizo mi trabajo, al reconocer mis errores, mis valores.

7) Creo en el error manual, la limitación del conocimiento, lo sucio, la torpeza, pues de ahí, siento, que emerge lo sublime.
Una presencia, sumida en lo feo y decadente, se transforma en un lugar divino, solo porque la luz se sobrepone a la identidad obvia de ella (la carne colgando de Rembrandt). Un paso de un estado a otro, que logra ser trascendente.
“De lo humano a lo divino”. Un recorrido ambicioso, que parece lejano a ser visto y que se transforma en una verdad. Una atmósfera que posee la sabiduría. Así siento la obra de Leonardo.
Una proposición que acrecienta nuestros valores espirituales, ajena a fatuos engrandecimientos, el opulento engaño del poder y lo hipnótico.
Lo sublime: la presencia, sin obstáculos, de dios.

8) El comportamiento, me propone la manera de concebir, hacer y percibir las cosas que me rodean.

9) Confío en el uso de la experiencia, antes que someterme a una receta.

11) Insisto en la expresión corporal; el gesto. La libertad de hacer y jugar.

13) Asimilo la mancha como un principio fundamental y creativo creado por el hombre, que nace de un contacto directo con lo cotidiano. 
La presencia de la mancha es testimonio esencial de la actitud y gesto del hombre y su realización como forma está determinada por verdades conscientes e inconscientes.
Entiendo la mancha como algo propio de lo urbano, o al menos sé que ahí su presencia es ineludible y trascendente. En la mente del hombre urbano se desarrolla una actividad hiperdinámica. Consecuente de ello es el rechazo, el desesperado llamado a la espiritualidad, la violencia, etc. Todo este almacén de condiciones sumidas en cada uno de nosotros se manifiestan en lo que hacemos: unos construyen y crean sistemas de vida, reales o ficticios, otros rayan muros, baños, micros, calles, arboles... el accidente, la necesidad de expresar y comunicar y por supuesto, el tiempo.
Creo, entonces, que en mi hacer no necesito imponerme contenidos para expresarme. Confío en esa realidad universal.

14) Defino lectura como la forma de proyectar un orden legible en la percepción y comprensión de la obra, concebida por la unificación en un conjunto, en un todo.

15) La mancha evolucionó en mi obra, convirtiéndose en lo fundamental. Lo que antes era un comienzo para concebir “algo” ahora está más cerca de ser en sí un todo.

16) Pienso que la mancha posee y reúne leyes universales en su estructura. Las formas geométricas, la sección áurea, lo orgánico e inorgánico, lo figurativo, lo abstracto.
Su proyección en la percepción puede alcanzar identidades ilimitadas, pudiendo convertirse en símbolo, concepto, forma.

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