miércoles, 15 de junio de 2011

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El paso del velorio al funeral fue más o menos breve, o al menos a esa hora a mi ya todo me lo parecía, el tiempo no para, pensé.

Mientras las señoras rezaban el rosario y mi mamá se maravillaba con algunas oraciones re antiguas que no oía desde que era niña y que grabó en su teléfono, salimos con con el Pablo a dar una vuelta a ver si encontrábamos algo para comer.

Llegando a Avenida Alemania nos encontramos con el monumento a los niños que murieron en Antuco por la nieve y la tontera de un milico. Atrás del memorial hay una cancha de tierra seca y mucho viento, cuesta abrir los ojos por el polvo y leer los nombres de los 44 muchachos conscriptos y del cocinero que murió abrazando a dos en la tormenta.

Se nos quitó el hambre. Volvimos a la iglesia.

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