lunes, 6 de agosto de 2007

Minimo Común (Parte uno)



Líquidos percolados o algo peor se ha acumulado por años en los pulmones. Tal vez el tono ronco y húmedo de su voz se deba a eso, claro, también hay que contar el tabaco negro del diablo, sin considerar su caspa. Lo único cierto es que su garganta y su faringe eran un par de cañerías viejas. Vaya uno a saber de los estragos en su mente.
Sin embargo, no era la similitud entre su cuerpo alma y una cloaca lo que le preocupaba bajo la tarde de Febrero.
-Mala fecha para estar de cumpleaños, pensó antes de subirse a la vieja Ford colorada para fumar su paraguayo y continuar la búsqueda, acercarse al menos era la consigna. Había estado dos días en ese pueblo y aún le quedaba un largo viaje hacia el norte.
-Tengo que convencerla, pero porque habría de escucharme; no nos vemos hace por lo menos ocho años, desde esa mañana en el Tugurio Angol, cerca de la bomba de bencina y el taller mecánico. Llovía como si alguien pagara por ello.
-El hombre sufre porque quiere lo que no tiene; para evitar el dolor, hay que liberarse de los deseos egoístas- fue lo último que te oí decir con ese grave aire metafísico que te sale a veces. Tomamos una malta y quedamos de reunirnos en la tarde.

Nunca tuvo muy claro que fue lo que pasó. Una conjugación de hechos funestos, una mala pasada de los astros, tal vez desiciones erróneas, formaron esta perfecta cazuela corrosiva de la que no quiere ni acordarse ahora. Que mierda. Todos estos años pensando en que pudo ser distinto, pensando en la pequeñez y sin embargo en la inmensidad de la distancia originada por un ligero error de cálculo.
-Debí prestarte más atención cuando me venías con eso de los sueños, de los malos sueños y las apariciones espectrales que algo debían significar, que eran tan reales que no concebías que no estuvieran ahí; que los cálculos experimentales debían ser muy precisos, que era riesgoso separarnos, que porque no mejor sólo un viaje. Pensar que me creía el experto y todas tus ideas tenían más sentido que mi conducta torpe.
Por esos días todo era turbulento, los sueños tormentosos no impedían el progreso de nuestro trabajo, pero temíamos dormir, y por ende todo se nos confundía un poco. Por lo demás, a medida que crecía el miedo, crecía también mi sed- recordaba con un dejo de tristeza mientras conducía silente.

A veces debía detener sus pensamientos para parar a hacer pichi. Debido a las cicatrices en su rostro, estaba incomodo por el exceso de luz solar y la indecisión con la que enfrentaba el destino del viaje de tal modo que finalmente no podía pensar ni conducir tranquilo. Se decidió a detener la Ford a un costado de la carretera, en un recodo con vista al desierto, inmenso desde esa perspectiva, menos que diminuto a escala humana. Imagina que así como los esquimales saben distinguir muchos tipos de blancos en su gélido entorno, los naturales de esta zona deben distinguir muchos más amarillos y cafés de los que pienso yo. Porque al nombrarlos notas la diferencia y marcas divisiones donde no las ves, digo, en este caso, la palabra hace al objeto, o más claramente, su distinción.

-"El hombre sabio no orina contra el viento"- recordó de soslayo, de modo que debió mear mirando hacia la carretera. Mientras no pasen delegaciones de monjas o japoneses no habrá problemas.
Pienso en Humphrey Bogart. Si hay algo que realmente extraño desde los nefastos sucesos ese julio, además de ti, son las películas antiguas. En la cárcel fue poco el cine que pude ver, y desde que salí, mis esfuerzos han estado enfocados en encontrarte.


FIN DE LA PRIMERA ENTREGA.
NO TE PIERDAS LA PRÓXIMA APARICIÓN DE MINIMO COMÚN, MUY PRONTO.

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