
El azarisimo (que siempre sabe lo que hace) me condujo con toda su corte a selvas kilométricas e insondables de información codificada, circunscritas -claro - a determinados patrones de comportamiento y ubicación espacial, de modo que me ví convertido en un tarzan virtual que vaga por lianas demasiado pesadas para el ordenador.
Entre medio me detuve con frecuencia en los bares a compartir, preguntando por la chica Jane y el negro Chita. Era un lugar con una onda mucho más bohemia y relajada, aunque costaba entender lo que decían, peor aún borrachos. Será la temperatura imagino, o la constanste humedad. Aunque no soy muy bueno para el calor, les digo que este bicho se adapta a cualquier clima, aún así llovió a todo ritmo casi todos los días, -Monzón, llueve. Llueve. Llueve Monzón. -¿Y que me decís a mi?
Chao tonto huevón, se despidió tras salvarme el pellejo por ciertos objetos olvidados a vista y paciencia, en tanto yo quedé tranquilo pero nervioso y me dediqué a la contemplación del cemento que se pierde en el horizonte, mientras avanzaba entre las lianas en la ciudad.
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